José Miguel Arrugaeta, ex-militante de ETA
- eriamstonem
- 10 oct 2021
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“Soy responsable de toda mi vida y si eso significa ser culpable, lo soy”
Ekaitz VARGAS

Después de ser deportado a Cuba durante 35 años como preso político, Arrugaeta consiguió regresar al País Vasco. Un sumario emitido por la Audiencia Nacional en 2010 frustró el sueño de su regreso. Finalmente, la amnistía impuesta a la guerrilla de las FARC permitió su vuelta.
P: Usted es profesor, historiador, ha colaborado en prensa… ¿A qué dedica actualmente su tiempo?
R: Yo regresé a Euskal Herria después de 40 años de exilio, hace dos años. Hubo una etapa de reconciliación, de recuperación con un país, con los paisajes, con un montón de cosas muy emocionales que durante cuarenta años no había podido sentir. Las emociones eran muy intensas e íntimas, y todavía ando en ese periodo. El cuidado de mi “ama” ocupa la mayor parte de mi tiempo y de mi preocupación. En cuanto a trabajo, normalmente colaboro con algunos medios de prensa y también mantengo mi participación en un pequeño equipo internacional bastante diverso e interesante.
P: Ha realizado colaboraciones periodísticas en medios digitales y escritos. ¿Qué le inspira para escribir?
R: Cuando militaba, tenía que hacer análisis políticos, electorales, sociológicos y tenía que tener una redacción comprensible y limitada. Lo que me motiva a escribir es que después a través del tiempo y de mi vida, yo tengo cosas que decir y las digo. Uno nunca escribe para sí mismo, sino para proyectarse. Yo siempre pienso para quién escribo y el lector es quien tiene que sacar sus propias conclusiones, esa es mi motivación para escribir.
P: Hace dos meses decidió ayudar a su mujer a traer a una niña del medio oriente para un trasplante de riñón. Sin duda, rompe con los estereotipos marcados y muestra ser una persona empática y sensible. ¿Cómo se define a sí mismo?
R: A uno lo definen las relaciones sociales, pero a estas alturas creo saber más quién soy y conozco más o menos mis defectos y virtudes. Lo que yo he entendido de lo que se ha venido vendiendo a través de medios, a través de determinados prejuicios, es que finalmente nosotros éramos unos “tipos descerebrados y violentos por naturaleza”, que por supuesto no es cierto. En mi caso, soy una persona muy empática, muy solidaria y toda mi vida he luchado en contra de las injusticias. He trabajado con los guerrilleros colombianos en procesos educativos con niños y también monté un equipo de fútbol con muchachos marginales. Y durante toda mi vida he conocido a gente como yo, estando exiliado, deportado o en la cárcel.
P: Usted tenía 18 años y estaba cursando Magisterio cuando decidió entrar en ETA, ¿por qué? ¿Cómo recuerda su juventud?
R: Yo nací y me crie en una dictadura y frente a una dictadura hay derecho de rebelión, incluso armado. Pero rebelarse no siempre significa usar violencia. Desde muy joven era activista político, social y cultural, y apoyaba a las huelgas obreras. La Guerra civil está en la base de muchas cosas, yo luchaba contra una dictadura, una dictadura represiva y violenta, no sólo en lo policial sino que también en lo ideológico. Luchaba contra una iglesia católica que tuvo mucha participación en la sociedad triste y reprimida en la que yo nací. Vivíamos en la más absoluta vigilancia de pensamientos. Mi tío que fue gudari, mi abuelo que murió en un campo de concentración por ser republicano y socialista, todo eso forma parte del por qué. En ese momento yo era un adolescente influenciable e intentaba ser coherente, ya que el nivel de confrontación y de agitación social y policial era altísimo. Había que dar un salto y es lo que hice, defendí la independencia del socialismo, la autodeterminación de mi país, de mi gente y la libertad.
P: ¿Realmente pensó que la liberación social y nacional del País Vasco se podría lograr a través de la lucha armada?
R: La liberación social y nacional no se consigue a través de ninguna lucha armada porque son objetivos de transformación que es liberar social y nacionalmente a una población, o ser solidario con el mundo justo. La lucha armada y la movilización popular eran herramientas que de hecho funcionaron en determinadas situaciones como por ejemplo en la amnistía del 77 o en la paralización de Lemoiz que fue un hecho inédito en la historia contemporánea. Creo que sí hubo posibilidades de haber hecho o conseguido una ruptura democrática, que nos hubiese evitado 40 años de historia española y vasca. La independencia de una comunidad es un bien preciado y ahora mismo lo hemos visto reflejado en Cataluña, si con la violencia no se puede, ni por la vía democrática, ¿Qué opción nos queda?
P: El 20 de octubre de 2011 ETA anuncia el cese definitivo de su actividad armada, ¿Cómo recuerda la disolución? ¿Qué opina del estado de paz actual?
R: Primero vino la tregua permanente y luego vino la disolución. Fue un proceso largo, se tardó mucho en tomar una decisión, pero también, para que una organización armada decida dejar la función fundamental, se requiere más tiempo. Yo estaba muy lejos y realmente no captaba todos los matices de la situación pero era evidente que cuando un instrumento se convierte en obstáculo, también se convierte en problema. ETA no entregó las armas a la policía, se las entregó a asociaciones de la sociedad civil vasca y yo sentí que era correcto y oportuno hacerlo. La entrega no tenía que ver con entregar las armas, tenía que ver con el compromiso de no usarlas. Alguna virtud que tuvo ETA fue que supo mantener la unidad, sobre todo en decisiones como disolverse, en autodisolverse.
P: A finales de los 80 fue ingresado en una prisión francesa y más tarde estuvo en una prisión de Marsella, ¿Cómo fue su estancia? ¿Alguna vez le han tratado de manera despectiva por ser preso político de ETA?
R: A mí no me han maltratado en ningún sitio, a excepción de los funcionarios, pero eso en las cárceles es lo normal. Yo estuve en Francia y los funcionarios de allí tampoco tenían ningún conflicto específico con nosotros, simplemente éramos vascos y éramos “los que poníamos bombas”. Nos trataban como presos políticos, estábamos aislados en las celdas y yo casi siempre estaba solo. Era un chaval cuando entré, tenía 21 años y la cárcel de Marsella era de película americana, era una ciudad, había 3.700 presos en total. Fue una experiencia humana e importante, un mundo de marginación social del que la sociedad procura no hablar mucho. Yo siempre vi la cárcel como un lugar o una especie de agujero negro donde lo que no encaja se mete allá. Es como una especie de almacén, de residuos humanos donde meten a la gente para reeducarla pero no vi ningún esfuerzo para eso. Lo primero que hace falta para rescatar o reconducir es tratar a los presos como personas e individualmente, no como números. Por eso el sistema no tiene peso ninguno, simplemente son lugares que desajustan.
P: Le enviaron a Panamá deportado pero al final llegó a Cuba, ¿Cómo fue su exilio allí?
R: Nosotros llegamos en un contexto que tiene que ver con el GAL. En este marco se da el primer grupo de deportados en los que yo me encuentro, lejísimos de nuestras casas, sin documentación y totalmente indefensos. Tuvimos una negociación que fue un acuerdo de estado con autoridades cubanas el cual era muy concreto y específico. Simplemente nos daban la garantía de no extraditar, de no entregar y de garantizar nuestra integridad física. A cambio, teníamos que cumplimentar una serie de cosas y eso hicimos. Se establecía que nosotros íbamos a estar en Cuba voluntariamente seis meses, y a partir de ahí, si queríamos marcharnos, nosotros lo planteábamos y nos íbamos con la condición de no regresar. Pasó el tiempo y el contexto político y represivo en el que fuimos no mejoró, sino que fue empeorando. Por eso, la estancia en Cuba, que nunca pensamos que fuese prácticamente eterna, se fue prolongando y nuestra vida tuvo que ir adaptándose. Uno no puede estar esperando años y años a una cosa que igual ni siquiera llega.
P: Lleva cuarenta años exiliado fuera de su ciudad natal, ¿Cómo encuentra Bilbao cuando regresa?
R: Yo viví en un Bilbao más pequeño y más amable, una ciudad muy contaminada, industrial y de obreros. La recuerdo más habitable y más humana en dimensiones. Antes ni cogía el autobús porque iba caminando a todos sitios y ahora es una ciudad moderna y con mucho movimiento. Tengo una sensación un poco contradictoria ya que no es la ciudad que yo dejé pero si la reconocí en determinados aspectos. A pesar de su gran inversión en infraestructuras y de su desarrollo urbanístico, he encontrado una ciudad más fría. Los barrios han crecido pero son muy anónimos y también he visto que debajo de la alfombra siguen habiendo diferencias sociales, que hay lugares que fueron y todavía siguen siendo conflictivos socialmente hablando.
P: En 2019 se le rindió un gran homenaje en Santutxu. ¿Cree que esos actos se han convertido en un medio de persecución judicial?
R: Técnicamente no son un medio de persecución judicial porque la Audiencia Nacional ya aclaró a las asociaciones de víctimas que el hecho de recibir, no de homenajear a una persona, no es un delito. Lo que pasa es que es una coletilla permanente de estigmatización y eso supone una especie de ultraje a las víctimas. Están todo el rato apuntando, presionando y chantajeando porque el problema es que el relato oficial, ese que se vende en Patria, el relato oportuno unidireccional y sin matices, chirría cuando tú ves a una persona que sale de la cárcel y lo reciben 400 personas. Al no ser un discurso compartido, es más un elemento de persecución, ya que esos acontecimientos cuestionan el discurso y eso molesta y enoja a determinados sectores políticos.
P: Al igual que la sociedad ha cambiado en diferentes aspectos, ¿cómo definiría su ideología de joven y su ideología actual?
R: Yo de joven era un revolucionario y ahora lo soy aún más (risas). Estoy mucho más mayor y con menos plenitudes físicas, pero estoy mucho más “rojo”. Hago todo de otra manera, no soy tan impulsivo en determinadas cosas. El mundo ha cambiado mucho y hay que actualizarse. He entendido que las transformaciones sociales llevan tiempo, los atajos no siempre te conducen a donde quieres ir, a veces te hacen perderte por el camino. Me siguen preocupando las mismas inquietudes que tenía antes, sigo luchando y apoyando las mismas causas. Por ejemplo, el tema de la emigración en Euskal Herria es un tema que me preocupa y los movimientos como Ongi Etorri Errefuxiatuak me parecen proyectos muy nobles.
P: Si volviera al pasado, ¿cambiaría algo? ¿Cree que realmente han merecido la pena tantos años de lucha?
R: El pasado no se puede cambiar, eso sería un ejercicio de ciencia ficción. Lo que uno ha hecho bien o mal, es lo que lleva en la mochila. El ser humano es un animal que tiene libre albedrío y en su momento, decidí una serie de cosas y eso me llevó a tener una vida difícil, pero también a tener una vida intensa e interesante. No cambiaría mi vida pero por supuesto hay cosas que, cuando te vas haciendo más sabio, no harías o harías de otra manera. Mientras siga teniendo aliento voy a seguir haciendo el ejercicio de vivir, y vivir no es respirar, vivir es implicarse en lo que te rodea.
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